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martes, 19 de julio de 2016

Reflexiones sobre el antiguo pasado de Guadarrama


La villa de Guadarrama está coronada por un cerro granítico de 977 m de altitud, conocido como La Torre, nombre prestado por la torre-campanario de la que fuera su iglesia parroquial. Desde esta atalaya se controla todo el curso alto del río de igual nombre en una amplia extensión de terreno que se abre en abanico en dirección E-O, al que pone límite visual los picos del sector central de la Sierra del Guadarrama que, con una altitud media que oscila entre los 1.900 y 2.200 metros, condicionan la amplitud del territorio.




La primera de las reflexiones que el intelecto razona desde esta altura es el control que se tiene sobre el vado del río, curso fluvial que discurre a los pies del mismo a 300 m de distancia y 956 m de altitud, lo que produce un desnivel medio del 7%, aunque desigual según qué sitios, pues es más tendido en las proximidades del río que en la zona más elevada. La asimetría del cerro hace que la subida por su lado occidental sea menos pronunciada, más accesible, aunque esto no signifique sin esfuerzo. El resto de los puntos son francamente encrespados, en particular por sus lados oriental y septentrional; concretamente este último que fue labrado violentamente por el Guadarrama durante las etapas interglaciares de los dos últimos millones de años, cuando los ríos actuaban como solventes cintas transportadoras de la cimera rocosa de las montañas que, por aquel entonces, doblaba en altura a la actual debido a la acumulación de hielo durante las fases de glaciación.

Los interesados en conocer más sobre este trabajo pueden consultarlo íntegro en la siguiente dirección:

https://drive.google.com/open?id=0B1vyjMEbRwZLa3NaV0d3MVB6QjQ


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